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El Coto de Las Suertes: viaje a los infiernos

Allá por 2007, la entonces ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, era invitada de excepción para proceder al paseo inaugural por el flamante Coto de las Suertes, un espacio rescatado del insaciable ladrillo para uso y disfrute de vecinos y visitantes.

Todavía resonaban los ecos de aquella manifestación, allá por 1992, en la que unos 300 vecinos de la urbanización Las Suertes se manifestaron para protestar por la construcción de 600 viviendas en un espacio considerado de «gran valor ecológico».

Muchas voces, muchas firmas y unos cuantos años después fueron suficientes para que el nuevo gobierno socialista encabezado por José Pablo González hiciera suyo el propósito de conservar ese espacio, corrigiendo (también económicamente) lo que podría haber supuesto uno de los mayores errores de la historia del municipio.

El caso es que el Coto se convirtió en el “pulmón” de Collado Villalba y, como tal, los vecinos comenzaron a visitarlo y disfrutarlo desde el primer momento. Y desde el primer momento, los habituales “incívicos”, esos que proliferan en cualquier rincón del país, han ido dejando su huella. Pero es ahora, 13 años después de su inauguración, cuando el deterioro, el abandono, la desidia hacia este espacio, se puede observar en su momento más álgido. Y eso indigna más teniendo en cuenta el millón largo de euros que supuso la inversión para acondicionar este espacio.

Desde la misma entrada, se puede comprobar en los paneles de bienvenida. Observar el deplorable estado de semi-ruina en que se encuentra el, en otros tiempos, bar restaurante, da una idea aproximada de lo que se puede ver en el resto del recorrido. Este recinto, concretamente, es cada fin de semana refugio de botellón, tal como vienen denunciando los vecinos. La reciente visita de la televisión autonómica parece haber despertado en el equipo de gobierno un cierto anhelo por restaurar este espacio concreto.

Porque, el que fuera aula de la naturaleza, ese punto de encuentro didáctico que sirvió para que los alumnos de los centros escolares del municipio conocieran de cerca todo lo relacionado con el medio ambiente, es ahora un espacio cerrado y desaprovechado, al igual que el refugio para el rebaño de ovejas que, desde un primer momento, cumplió con la tarea de limpieza del recinto.

La crisis se llevó por delante a las ovejas que, además, suponía un reclamo para los más pequeños. Hoy, este refugio queda también abierto a cualquiera que desee entrar en su interior. Junto a la puerta de acceso hemos podido contemplar una escalera con la que se puede acceder directamente al tejado de la instalación que ya se encuentra, lógicamente, deteriorado.

Por no hablar de las fuentes: ni una en uso. Los grifos han desaparecido.

En cuanto a la limpieza, se percibe el reciente paso del grupo de “dinamizadores” que retiraron más de 300 kilos de basura en este entorno  a principios de Febrero. Gracias a esta acción, se retiraron todo tipo de residuos, que fueron clasificados para poder ser reciclados adecuadamente: materia orgánica, papel, envases, ladrillos rotos, piezas de metal, ropa y calzado, e incluso un colchón.

Urge una operación urgente de mantenimiento de instalaciones en El Coto. Primero, por imagen. De nada sirve ser “capital de la Sierra” si la impresión que se llevan los visitantes es la que nos llevamos a diario. Y en segundo lugar porque, si tanto fomentamos el reciclaje, el compostaje y el respeto al medio ambiente, el propio gobierno municipal debería ser el primero en dar ejemplo. Y ahora que posiblemente estemos a tiempo, vendría bien destinar una partida en los presupuestos de 2020 para iniciar una operación de rescate y posterior vigilancia del Coto. ¿Estaremos a tiempo?

 

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